TANGO Y MILONGA DE BUENOS AIRES

    

Surge un lamento, transformado en cancionero a orillas del puerto de “LA BOCA”, en Buenos aires, República Argentina. Música de milonga y tango que cuenta la realidad.

    Buques y bodegones, donde comen y duermen los marineros. Pequeños conventillos de madera, que inunda la Sudestada cuando se desmadra, el río y se lleva todo.

    Han llegado inmigrantes, que se amontonan con sus familias a trabajar y vivir, huyendo de las guerras.

    Suburbio atestado, en su mayoría, genoveses italianos.  Grandes galpones de curtiembres, donde se alojan los que continúan llegando, de manera infrahumana, brindándoles un techo para dormir a resguardo. Comen de las sobras, que arrojan las fondas donde se come un plato caliente, si consiguen dinero.

    Hambre y frío. Hambre y lluvia, de ésa que brota de los ojos inocentes.

   Solidaridad en idiomas desconocidos y un húmedo acordeón, llorando su música. Consiguen empleo en obras de construcción, en la ciudad de Buenos Aires con aires de grandeza, que contrastan con los desventurados que dejan sus lágrimas en las paredes, como si estuvieran soñando.

   Cada noche vuelven al suburbio de “La Boca”, que los cobijara al borde del puerto. Música de bodegones, de barrios pobres. Donde algunos se dormían con un vaso de vino. Hombres y mujeres aceptadas para el placer. Canciones desgarradoras, que lloraba, contagiado un piano, que había llegado sin destino, al que todas las noches se le acercaba una guitarra, para desgranar melodías.

   Noches lujuriosas, tráfico humano, alcohol, cigarrillos. Barcos que llegaban con despojos de cajones con frutos del mar. Olor a fritanga, con aceite quemado, calles adoquinadas con sangre y barro.

   Hambre inspiradora de cansancio en las manos. Puñado de tristeza que se unió en abrazos desesperados. El tugurio y la ciudad. Milonga y tango. Borrachos que sufrían. Mujeres enfermas durmiendo a la intemperie. Metáfora de la realidad que con sus garras, trajo la guerra. Grito de entrada y salida, de miseria y progreso. Malevos, guapos y matones peleaban por una mujer desconocida. Más conventillos, luego que pasara “La peste”, fiebre amarilla, dejando un tendal abandonado de ricos y pobres y perdidos seres humanos. Por largo tiempo los barcos no llegaron al puerto. Los que se salvaron, fueron llegando a la ciudad, retirando muertos y habitando lugares, pintando con elementos abandonados. Para desinfectar. Casas con patios enormes, albergaron la semilla del tango y la milonga, mientras tejían redes, para pescar el sustento. Famélicos sobrevivientes, los domingos bailaban sus tristezas, entre hombres, en parejas o solos.

 

Tango y Milonga de Buenos Aires. Autora: Alcira Antonia Cufré          

 

 

 

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